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En los setenta años que transcurren de la primera a la última tragedia conservadas se descienden los peldaños desde el mito a la experiencia, pasando por el dolor de ser. Esquilo tenía fe en la justicia de los dioses, pero aceptaba que solo por el camino del dolor se llega al conocimiento: «Por el dolor a la sabiduría». Sófocles, «escultor de hombres»; Eurípides, el racionalista, el filósofo de la escena, bajó a sus héroes a la arena de lo cotidiano. Nada humano les fue ajeno y Edipo, a quien Nietzsche describió como «el personaje más doliente de la escena griega», lo es porque va tejiendo minuciosamente su destino con los mismos hilos con que pretendía evitarlo. Se podría añadir una herejía y decir que esta purísima tragedia está construida con los ingredientes de una comedia de las equivocaciones. Pero Edipo es como Job, un hombre destinado a soportar el dolor del mundo.