Nuestra Carrie

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Publicada a regañadientes por su propio editor, que la juzgaba «inmoral» y apenas la distribuyó, pasó prácticamente inadvertida en el momento de su aparición, en 1900. Con el tiempo, sin embargo, habría de ser considerada la gran novela naturalista norteamericana. En ella trazó Theodore Dreiser, con increíble detalle y rigor constructivo, la completa carrera de una heroína desde que, en las primeras páginas, deja su pueblo natal llamándose Caroline Meeber, hasta que, en las últimas, ilumina con su nuevo nombre, Carrie Madenda, las carteleras de los teatros de Broadway. Dos ciudades «hipnóticas», Chicago y Nueva York, que habrá conocido en su miseria y en su magnificencia, acabarán rendidas ante ella. Y dos hombres habrán observado, seguido, propiciado, sufrido, pero no compartido, su ascenso: el alegre Drouet, viajante de comercio, siempre despreocupado y pragmático, amante de los placeres; y George Hurstwood, flamante gerente del bar más animado de Chicago, que por amor dejará posición y familia, cometerá robo y bigamia, y entrará en un implacable proceso de degradación. «El hombre está demasiado familiarizado se dice en la novelacon el lastre de fuerzas inexplicables, invisibles, para seguir dudando de que la mente humana está teñida, movida, arrastrada por cosas que ni resuenan ni hablan. No sólo en las aguas del mar influye la luna.»Nuestra Carrie pasó prácticamente inadvertida en el momento de su aparición, en 1900. Con el tiempo, sin embargo, habría de ser considerada la gran novela naturalista norteamericana. En ella trazó Theodore Dreiser, con increíble detalle y rigor constructivo, la completa carrera de una heroína desde que, en las primeras páginas, deja su pueblo natal llamándose Caroline Meeber, hasta que, en las últimas, ilumina con su nuevo nombre, Carrie Madenda, las carteleras de los teatros de Broadway. Dos ciudades «hipnóticas», Chicago y Nueva York, que habrá conocido en su miseria y en su magnificencia, acabarán rendidas ante ella. Y dos hombres habrán observado, seguido, propiciado, sufrido, pero no compartido, su ascenso: el alegre Drouet, viajante de comercio, siempre despreocupado y pragmático, amante de los placeres; y George Hurstwood, flamante gerente del bar más animado de Chicago, que por amor dejará posición y familia, cometerá robo y bigamia, y entrará en un implacable proceso de degradación. «El hombre está demasiado familiarizado se dice en la novelacon el lastre de fuerzas inexplicables, invisibles, para seguir dudando de que la mente humana está teñida, movida, arrastrada por cosas que ni resuenan ni hablan. No sólo en las aguas del mar influye la luna.»Dos ciudades «hipnóticas», Chicago y Nueva York, que habrá conocido en su miseria y en su magnificencia, acabarán rendidas ante ella. Y dos hombres habrán observado, seguido, propiciado, sufrido, pero no compartido, su ascenso: el alegre Drouet, viajante de comercio, siempre despreocupado y pragmático, amante de los placeres; y George Hurstwood, flamante gerente del bar más animado de Chicago, que por amor dejará posición y familia, cometerá robo y bigamia, y entrará en un implacable proceso de degradación. «El hombre está demasiado familiarizado se dice en la novelacon el lastre de fuerzas inexplicables, invisibles, para seguir dudando de que la mente humana está teñida, movida, arrastrada por cosas que ni resuenan ni hablan. No sólo en las aguas del mar influye la luna.»«El hombre está demasiado familiarizado se dice en la novelacon el lastre de fuerzas inexplicables, invisibles, para seguir dudando de que la mente humana está teñida, movida, arrastrada por cosas que ni resuenan ni hablan. No sólo en las aguas del mar influye la luna.»