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Estoy seguro de Que la comunidad filosófica de habla española celebrará la publicación de este libro de la Ora. Angélica María Rodríguez Ortiz, pues se trata de una argumentación muy bien hilvanada a favor de la idea de Que la moral tiene una naturaleza biopragmática. El texto Que ahora tenemos en nuestras manos es el resultado de su tesis doctoral, en cuya defensa oral estuve presente como sinodal externo. La principal tesis que la autora defiende, es que la moralidad es posible gracias a la naturaleza de nuestra mente -sobre todo al hecho de que somos seres conscientes e intencionales-, y al hecho de que poseemos un lenguaje. En palabras de Wittgenstein, diríamos que el juego del lenguaje moral tiene una base biológica, ya que compartimos una historia natural, y un fundamento social en tanto que la competencia lingüística supone la existencia de una comunidad de hablantes. Dicho de otra manera, nuestra constitución neurofisiológica es uno de los pilares sobre los que descansa la moralidad; el otro es el lenguaje, el cual fija los significados de nuestras palabras, es decir, su uso correcto e incorrecto. En concordancia con esta visión, en el libro se rechazan las visiones dicotómicas que ven en la moral o bien un hecho natural o uno de tipo social. Un resultado de la concepción biopragmática de la moral, nos dice la autora, es la crítica al relativismo moral, doctrina que tiene su origen en una comprensión deficiente de lo que son los términos morales, dado que el juego del lenguaje normativo o prescriptivo presupone que existen criterios objetivos -comunitarios- para evaluar las acciones humanas. Es importante subrayar que la propuesta biopragmática de la moral Que se presenta en el libro tiene sus antecedentes más relevantes en los trabajos de John Searle sobre el lenguaje ordinario, los estados mentales y las instituciones sociales. El aporte de la Dra. Rodríguez centra su estudio en torno al carácter biopragmático de la moral, con lo cual, se plantea, es posible superar la oposición entre objetivismo y relativismo, tanto en lo ontológico como en lo epistemológico. Solo me resta invitar al lector a incursionar en este texto con una actitud minuciosa, pues las distintas tesis que en él se plantean nos requieren un constante esfuerzo de análisis, sea para adoptarlas o refutarlas. Por último, debo decir que es sumamente gratificante presentar un libro que es un excelente ejemplo de rigor metodológico y de la buena filosofía analítica que se hace en nuestro continente, en especial de la que proviene de nuestros jóvenes investigadores.