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«Hace rato que en Colombia la mayoría de los ciudadanos sentimos que su sistema de justicia anda mal. Esta enfermedad, como es de esperar-se, ha tenido varios médicos que la han examinado, pero a pesar de sus estudios el problema no solo persiste sino que ahora se ha agravado. Al igual que el paciente para quien los remedios tradicionales de poco han servido, en materia de justicia es posible que, ante la desesperación por el sufrimiento, estemos tentados a recurrir a brujos y medidas hechiceras. Antes de que caigamos en el total desasosiego, deseo presentar una visión que intenta explicar las causas de este trastorno y a la vez proponer algunas soluciones». EL AUTOR Una de las principales razones por las que muchos colombianos se sien-ten huérfanos y desprotegidos es porque no creen en la promesa del Estado de proveer justicia oportuna para todos. Para la mayoría esta no es más que una promesa rota, percepción que se ha acentuado con los es-cándalos de corrupción de los últimos tiempos. Orlando Muñoz, quien conoce como pocos el sistema judicial colombiano por dentro, pues a lo largo de su brillante carrera de jurista ha sido magistrado, procurador judicial, fiscal local y asesor de la Comisión la de la Cámara de represen-tantes, entre otros cargos, nos explica a entendidos y profanos, de forma clara y muy entretenida, los problemas que la justicia colombiana enfrenta hoy en día y cuyas raíces se encuentran en el sistema judicial mismo. No basta el esfuerzo de miles de trabajadores judiciales que han batallado de sol a sol por décadas con honestidad si las herramientas no son adecuadas, si el sistema hace dar cientos de vueltas inútiles, si mientras unos se esfuerzan, otros hacen pereza, si el reparto de recursos humanos y materiales está mal hecho. Así, como en el mito de Sísifo, cualquier esfuerzo humano será tanto como empujar una pesada piedra por una ladera empinada sin que jamás la carga llegue a su destino.