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Los adagios, en efecto, no son una excepción jurídica ni tampoco son una excepción francesa. Los adagios no son una excepción jurídica. En los diferentes campos del pensamiento y de la acción -la religión, la moral, la medicina, el gobierno de los pueblos, etc.- han prosperado adagios, fruto al mismo tiempo de la necesidad de expresar "la quintaesencia de un saber" en una fórmula concisa, que deje huella en la mente y se ancle en la memoria. De las más bellas encontramos algunas en el Libro de la Sabiduría, de la Biblia; más tarde, llegaron las máximas de EPICURO; más tarde aún, los proverbios de la Edad Media. Y la tradición no ha dejado de perpetuarse: hoy todavía, por ejemplo, vemos las recomendaciones de un Ministerio de Educación nacional según las cuales los cursos de "educación cívica y moral" en nuestras escuelas deberían dictarse alrededor de las grandes máximas y aforismos. Evocar, por ejemplo, la cortesía a través del proverbio persa: "La cortesía es una moneda que enriquece a quien la gasta", y la suerte a partir de la cita de ÉTIENNE REY: "Suerte es a menudo el nombre que se da al mérito de los demás" ...