El Habitante Del Otoño

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No Hubo Una Máscara en Él. Y Difícilmente Podríamos Usar Ese Pronombre Tan Engañoso: él Para Nombrarlo. El Idioma de Una Embriagadora Melancolía de Alguno de Sus Poemas; no Parecía Compatible Con Aquel Que Sentía la Belleza Brutal de la Naturaleza Indiferente al Tiempo Individual. A Veces un Acento de Cinismo Venía Con la Melodía Sin Esperanza de Sus Primeros Poemas. Y Ese él Siempre Distinto; en el Instante de la Inquietud Carnal Que lo Tocaba; se Dejaba Llevar Por la Nostalgia de Otro Exilio Sensual. En su Tiempo no Tuvo Muchas Razones Para el Optimismo. Los Ídolos de su Juventud Byron y Napoleón Sucumbieron. Sus Amigos Fueron Derrotados y Desterrados. El Zar Nicolás I Quiso Convertirlo en su Secretario Para Odas y Adulaciones. Hoy Nos Suenan Lastimosas Las Confesiones Íntimas de A. Pushkin; Preguntándose si Debía Renunciar a su Cargo Ínfimo de Kamer-Iunker Humillado Por el Zar. Esas Confesiones Escritas la Víspera en Que Por Equivocación o Provocación el Poeta Decide no Vestirse de Frac Para Desentonar Con Las Formas Cortesanas de Sanct Petersburg. Sin la Poesía de Alexander Pushkin Nos Parece Imposible Pensar Que la Poesía Rusa Haya Ocurrido.