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Cuando en 1939 los nazis invadieron su natal Polonia, le exigieron a Wilhelm Brasse jurar lealtad a Hitler y unirse a la Wehrmacht. Él se negó a convertirse en cómplice de los alemanes y fue enviado a Auschwitz como prisionero político. Por ser un fotógrafo profesional, las SS decidieron utilizarlo y le ordenaron registrar a través de su lente el funcionamiento interno del campo: inició tomando las fotografías de identificación de los prisioneros cuando ingresaban, luego documentado los atroces experimentos médicos de Josef Mengele, y finalmente fue forzado a capturar el horror de las cámaras de gas.